Cuando aquel arcaico e inmundo ferrocarril de mercancías en
el que había cruzado la península de vuelta a casa, se detuvo en el andén de la
remozada estación de Zafra, pude ver a mi señora, aguardando mi regreso, en el
mismo lugar donde nos vimos por última vez. Tras veintiocho meses de ausencia, debido
al servicio militar, volvía a verla. Allí estaba, resguardándose del descomunal
bochorno que hacía en el mes de agosto en nuestra tierra, a la sombra de una
marquesina que yo no recordaba haber visto antes en aquel lugar. Estaba guapa,
muy guapa.
sábado, 1 de junio de 2013
EN EL ANDÉN
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