Con mucho más esfuerzo del que
esperaba, consiguió encaramarse en la pequeña banqueta. Primero levantó un pie
y lo apoyó en el asiento. Acto seguido, agarrado con fuerza al canto de la
puerta del armario, consiguió elevar el otro y tener los dos pies apoyados en
la anea de la banqueta. No tendría más de treinta centímetros de alta, pero
debido al paso de los años, todas las articulaciones y en especial las
rodillas, no paraban de darle disgustos y más de un quebradero de cabeza. Usaba
el pequeño banco cada mañana. Se sentaba en él para calzarse las botas de la
marca segarra de manera cómoda. Lo tenía colocado en un rincón del cuarto, pero
esta vez, como tantas otras, lo iba a utilizar a modo de escalera.
domingo, 28 de septiembre de 2014
SOL CON UÑAS
jueves, 31 de julio de 2014
LOS DOS SOLOS.
Era temprano
pero tampoco demasiado. Madrugar para ir de vacaciones es una manía que nunca
he llegado a entender muy bien. Iba concentrado en el volante y en la carretera
cuando de repente escuché una respiración profunda (también podría haberle
llamado un ronquido pero es mi pequeña…) Miro de reojo y ahí está: viste una
camiseta blanca con una inscripción en
inglés en letras muy pequeñas que aún no he intentado traducir, de las
que ella llama “del hombro caído”; un pantalón corto vaquero, nuevo pero ya roto
(esta nueva moda de comprar pantalones rajados tampoco la entiendo. Será que
nos vamos haciendo mayores) unas zapatillas “vans” negras con los cordones
blancos que ya se ha quitado dejando sus pies descalzos.
miércoles, 2 de abril de 2014
VIDAS ROTAS
― Te advertí
que como siguieras con ella, esa puta acabaría contigo. Todo lo que tenías lo
perdiste por ella; consiguió que los que estaban a tu alrededor te abandonaran;
te dejó la cartera sin blanca; te hizo perder hasta los dientes. Robaste y
mentiste por ella. Desde que la conociste arruinaste tu vida. ¡Todo por esa
zorra! No quisiste verlo, te encerraste en ella y nunca escuchaste a nadie.
Estabas enganchado a ella, a esa puta.
Aparté las marchitas flores de la
lápida que dejé en mi última visita y coloqué en su lugar una rosa blanca. Me
volví y me alejé unos pasos. Eché la mirada atrás para ver su foto de reojo,
una vez más.
― Putas drogas.
domingo, 10 de noviembre de 2013
El último viaje.
Esperaba ansioso en el largo y frío pasillo del hospital. Fumaba un cigarrillo tras otro. Sentía arcadas, entre el fuerte olor a lejía del recién fregado suelo mezclado con el humo del tabaco y las entrañas sobrecogidas esperando que alguien se dignara a informarle de lo que ocurría tras aquellas puertas. Deambulaba con la mirada perdida en el infinito. Deberían estar de celebración aquella noche. Su mano estrujaba con fuerza el crucifijo que ella llevaba colgado al cuello. Parecía una princesa con ese bonito vestido blanco de comunión. Se la veía radiante. Las ondulaciones de su negro cabello hacían resaltar, como en un marco, sus brillantes ojillos marrones, su perfilada nariz y su eterna sonrisa. Un ángel.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
A BUEN ENTENDEDOR...
― MICRO
RELATOS―
― No sabes hacerlo, siempre me dejas insatisfecha.
Cabizbajo y decepcionado, guardé mi pluma y los folios en el cajón, y no volví a intentarlo nunca más.
viernes, 2 de agosto de 2013
Futuro imperfecto.
Año 2.050
D.C.
El Atlético de Madrid, por fin, campeón
de la Champions League. Al coincidir con que el Atlético Romaní, antiguo filial
suyo, ganaba su liga de aficionados de un
barrio de Vallecas, y el Real Madrid descendía a tercera por causas administrativas
(todavía debían gran parte de los fichajes de un tal Bale, que la prensa
deportiva se empeñó en que era buenísimo, y de Ronaldo, no el gordo, el guapo,
el que decía que tenía mucha suerte de haberse conocido a sí mismo), sólo tuvo
un pequeño espacio en una de las esquinas de los diarios deportivos (en los
demás, ni nombrarlo).
sábado, 1 de junio de 2013
EN EL ANDÉN
Cuando aquel arcaico e inmundo ferrocarril de mercancías en
el que había cruzado la península de vuelta a casa, se detuvo en el andén de la
remozada estación de Zafra, pude ver a mi señora, aguardando mi regreso, en el
mismo lugar donde nos vimos por última vez. Tras veintiocho meses de ausencia, debido
al servicio militar, volvía a verla. Allí estaba, resguardándose del descomunal
bochorno que hacía en el mes de agosto en nuestra tierra, a la sombra de una
marquesina que yo no recordaba haber visto antes en aquel lugar. Estaba guapa,
muy guapa.
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