Un día, aquella bruja desgreñada, de piel arrugada y
verrugosa, tan encorvada que su frente casi rozaba sus huesudas rodillas, se
miró en “el espejo del Alma que todo lo ve”, y no se reconoció.
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¿Quién eres? – Gritaba con una voz
estridente y aguda, si bien sus oídos parecían escuchar música celestial. En la
cavidad del ojo que algún día estuvo allí, veía unos bellos y azules ojos de
mirada profunda.
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Soy tu belleza interior. – Contestó
una voz que parecía venir de otro mundo.
La vieja bruja, sorprendida, veía cómo una joven y
bella doncella, parecía flotar sobre las olas de un mar azul, sonriente, feliz.
Su ondulado cabello era mecido por la suave brisa marina. Parecía una princesa
de cuento de hadas, de las que ya no existen.
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Así es como te ve la gente a la que
has ayudado, has sido una buena bruja. La gente te teme por tu aspecto
exterior. Murmuran a tus espaldas cuando te ven, pero también saben que dentro
de ti, en tu interior, en “el espejo del Alma que todo lo ve”, hay una persona
de gran corazón, que, con tu magia, sabiduría y bondad, estarás ahí siempre
cuando te necesiten.
La vieja bruja no salía de su asombro, escuchaba
aquellas mágicas palabras mientras veía levitar ante sí aquella joven y esbelta
figura.
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Ahora escucha atentamente lo que te
voy a decir. Tú serás esa joven que ves ante ti. Espero que tu alma no cambie.
Inebana, que así se llamaba la anciana mujer, sintió
que su alma se iba desnudando. Su viejo y encorvado cuerpo levitaba hacía aquel
espejo. Tras un gran destello de luz, volvió la oscuridad a sus aposentos. Notó
que algo había cambiado. Estaba fuerte y ágil. Era la joven del espejo.
Luna, la pequeña perrita que siempre le acompañaba,
comenzó a gruñir y a ladrarle incansablemente, no la reconocía.
- -
Silencio, chucho asqueroso, soy Inebana,
ahora soy perfecta, nadie volverá a reírse de mí, ¡nadie! – Le gritó en tono
amenazante a la que había sido su compañera más fiel. – ¡Seré más famosa que
Zafón!
Se encaminó hacia las estrechas y empinadas calles
de aquel pequeño pueblo llamado Xonioreca, el gentío la miraba de reojo, ¿Quién
sería aquella extraña? Nadie la había visto nunca por allí.
- - ¿Qué miráis? Soy yo, Inebana, ahora soy bella y perfecta,
largo de aquí, no me molestéis. – amenazó blandiendo en alto la vara que
llevaba para ayudarse a caminar por las desniveladas calles.
Todos desaparecieron de inmediato dejándola en la
más absoluta soledad. Se dirigió a la cueva donde solía reunirse con otros
brujos y brujas. Al llegar todos departían amistosamente sobre sus cuitas y
alegrías. Cada uno era de una parte distinta del país, y, mágicamente, se
reunían a diario en aquel pueblo llamado Xonioreca. Cuando vieron llegar a
aquella extraña, desaparecieron.
Se encontraba sola, con su juventud y su belleza. Su
carácter afable y bonachón, había cambiado. Se creía superior a los demás.
Pensaba que la multitud la aclamaría por su hermosura, y, al contrario, nunca
se había sentido tan sola.
- -
¿Para qué quiero ser joven y
esbelta si nadie sabe quién soy? ¿Cómo quiero que la gente me quiera si la trato
a bastonazos? Será mejor volver a ser como antes, era feliz, mis amigos me
apreciaban y el pueblo pedía mi ayuda.
Ocho de la mañana, suena el móvil, Ana se despierta
sobresaltada y se dirige a la mesilla donde lo tiene conectado al cargador.
Mira la pantalla y hay un mensaje, un WhatsApp.
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Feliz cumpleaños bruxiña, de parte
de tus amigos de acero inoxidable.
5 comentarios:
Bonito relato... Y sabes? Guapa o fea siempre buena persona... Muackkk
Jaja sabes que sin risas no soy nadie, me ha encantado, cada dia te superas artista jeje
Genial,se me ha echo extra corto,lo que quiere decir que me ha encantado.
De que sirve la belleza exterios ,si por dentro,se es horrible??obviamente de nada,solo para tener como amiga a la soledad.Un beso Miguel!:)
Genial el relato, te vas superando...
Un besito fuerteeee
QUe no te había dejado aquí comentario!!!!!!!!! Gracias aigo, por este regalo de cumpleaños tan especial!!!Quedará en un lugar preferente en mi hogar.....
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